Una de las jornadas más macabras de la historia reciente,los celestes aceptaron la derrota pero emitieron un duro comunicado
4.12 de la madrugada. La hora será recordada por muchos. Algunos guardarán los minutos para bien, otros lo recordarán para mal. La historia dirá que el 30 de diciembre del 2020, en el año del COVID-19, el Senado de la Nación Argentina sancionó la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Y aunque en Buenos Aires, junto al Congreso, lo primero que se escuchó fue el grito de alegría del lado verde, la otra mitad de la plaza se sumió en un profundo llanto.
No había demasiada expectativa entre los militantes “por las dos vidas”. Ya desde temprano sabían que varios de los senadores indecisos se habían inclinado hacia el voto positivo, por lo cual la votación estaba cerrada. Sin embargo, algunos aún se encomendaban al “milagro”. Pero no llegó: con 38 votos a favor, 29 en contra y una abstención, el Senado aprobó la ley.
Pocos segundos después comenzó el llanto desconsolado del lado celeste, sobre todo en los rostros de los y las más jóvenes. Pronto, comenzaron a cantar: “La vida no se vota, la vida no se vota”, en rechazo al dictamen.
Aunque sumamente amables, muchos de los consultados tras la votación prefirieron no hablar, la mayoría tomados visiblemente por la tristeza. A las cuatro de la mañana, en la plaza ya no quedaban muñecos de bebés ensangrentados ni cruces con consignas religiosas. En cambio, sí habían muchos jóvenes que, arrodillados o cubiertos con la bandera de Argentina, rezaban o se lamentaban en silencio.